22 de diciembre de 2018

LOS TRES FANTASMAS DE LOS GERENTES: LA CUERVOLANDIA FUTURA


'Caught in a landslide,
no escape from reality...'


Llega la epopeya de todos los años. Le voy a tener que decir a usté, señorito, cua-tro-pa-la-bras… Cada gerente elige para otro 4 vocablos que han de aparecer, resaltados en negrita, en el texto que escriba. En esta ocasión, nos visitarán 3 espectros para hacernos la puñeta.



Los gerentes también hacen de vientre. En eso estaba nuestro protagonista, aposentado cual monarca merovingio en el trono de loza del baño anexo a su despacho, en el corazón de Cuervolandia, en el corazón de los Monegros. Era su válvula de escape ante tantas horas extras, y para más inri, nocturnas.

Apareció sin solución de continuidad, como si siempre hubiese estado allí. Por eso, no se asustó cuando lo detectó por el rabillo del ojo, y se limitó a mirarlo con disgusto mientras le hacía una leve seña con la cabeza, de significado universal: “ya podías salirte un ratito fuera y esperar a que termine, ¿no? Enga, que no tardo”. Así fue. El espectro atravesó la puerta como la mantequilla es absorbida por el tejido adiposo. Todo muy limpio y silencioso, como la ocasión lo requería.

El ínterin le sirvió al gerente para rehacerse psicológicamente y, después de dar unas pasadas de ambientador, abrió la puerta mientras se secaba las manos con una toalla. Pensaba: “¿Vendrá este ser extraterrenal a aprehender la supuesta alma inmortal que los predicadores nos acusan de tener? ¿Querrá amedrentarme para obtener cuervofichas de gorra? Porque eso sí que no”.

―¡Ejem! Entonces… No eres un delirio, ¿verdad? ―le preguntó, al tiempo que volvía a sentarse en su puesto y le lanzaba una fugaz mirada a la botella de whisky del mueble-bar―.

―No. Soy el fantasma de las Navidades futuras de Cuervolandia ―informó mientras se recogía un poco la amplia falda roja con enaguas y se ponía cómoda sobre la mesa―. El primer espectro de tres.

―Ya veo… Vas a someterme a unas duras pruebas emocionales para desvelarme con cuentagotas algunas imágenes simbólicas del incierto futuro… Tendré que realizar un acto de contrición y ello cambiará radicalmente mi filosofía de vida ―recitaba él como alucinado―.

―Ya me habían advertido de que eras algo marisabidillo. Enciende el Betamax, anda.

Sacó de su escote una cinta de vídeo y se la pasó. Al activarse el aparato, un piloto verde dio señales de vida y las letras H·E·L·L parpadearon pesadamente. “Es que el espacio de la O está fundido”. El gerente extrajo un documental subtitulado en polaco sobre acordeones rusos y la nueva cinta fue ingerida con un maravilloso canturreo mecánico. En la pequeña y antigua televisión comenzaron a aparecer unas imágenes gastadas, desenfocadas, en blanco y negro.

―¿Realmente es necesario que sea testigo de este futuro horrible?

―No, pero a los espectros de Cuervolandia nos apetecía. Verás, básicamente, en el futuro va todo bien. Donald Trump desaparece, Putin desaparece, Bolsonaro también. Vuestro parque pervive: observa qué apatía, silencio y soledad se respira en la Cuervolandia del futuro. Es perfecto… No tenéis que hacer nada para llegar hasta ahí. Absolutamente nada diferente. Perseverad en vuestra mediocridad y desgana, eso es todo.

―Ahora tú deberías advertirme vehementemente: “¡No mires durante mucho tiempo! ¡Ningún hombre debería ser testigo del destino que le acecha!”

―No, si te lo he traído precisamente para que lo veas… Al final salís vosotros de viejos y da mucha risa… ―la señora fantasma se carcajeó con suavidad, tapándose traviesamente la boca con la mano―.

Observó durante un rato más y todo era una sucesión de barracas borrosas, con algunas pocas figuras humanoides arrastrándose lenta y pesadamente de un lado para otro; una figura acuclillada parecía comer cuervoñigos en un rincón, clavando sus ojos brillantes en la cámara como un animal herido. De los altavoces brotaban sonidos más distorsionados y ralentizados de lo normal. En un momento dado aparecía el blog de Cuervolandia, palpitando con comentarios de spammers. Quien manejaba el ordenador durante la grabación dijo “Callá, que me he equivocao. Esta boludez no es la web del equipo de fútbol. Ya lo quito”.

―Buenobuenobueno, ya me hago una idea, ¿eh? ―comentó el gerente, apretando el botón del stop―. Pero verás, he notado que pintas demasiado fácil este futuro (que tan bien se ajusta al espíritu de Cuervolandia y a lo que los fans de las instalaciones exigen). Esta inanidad que nos embriaga hay que cultivarla. ¡No se llega a esta ataraxia mercantil así como así, por casualidad! Nosotros nos esforzamos constantemente por pulir esta línea: desde nuestro vestuario perdulario hasta el rechazo constante de nuevos proyectos. Algunos son tan buenos que es durísimo tirarlos abajo. Pero hay que tener fuerza de voluntad. Hay que hacer muchas horas extras, como yo ahora, viendo documentales rusos de acordeones subtitulados en polaco. ¡Hay que tener unos cojones muy gordos para, simplemente, dejar pasar el tiempo! Un tiempo que no volverá, un tiempo que vale su paso, con a, en azafrán y rodio. Tú no puedes entenderlo. Vienes del futuro pero no comprendes las cargas del presente.

―Sí, es posible; para eso está el fantasma de la Cuervolandia actual, que se le aparecerá a otro de tus socios. Yo ahí no llego ―sonrió despreocupadamente, paseándose por la estancia con sus sonoros zapatos azules de medio tacón―. Pero sí te quiero advertir de algo: si cedéis a la tentación, si vuestro emprendimiento y creatividad gana la partida, si ese come-come productivo que tenéis que reprimir logra asomar demasiado… en suma, si tiráis la toalla... lo perderéis todo. Tendríais una Cuervolandia viva, modernizada y que incluso acepte pagos con alguna criptomoneda. O podríais llegar a ofrecer contenidos regularmente actualizados en vuestro blog. Mucho ojo con eso. Le fallaríais a los cuatro incondicionales que la prefieren así (y fíjate que vosotros sois ya tres), como un agua turbia suministrada con cuentagotas: como está ahora, como debe ser. Podríais convertiros en otro exitoso blog del mainstream, ahora que han cerrado casi todos, y más que les seguirán... Eso ya te lo puedo asegurar yo. La verdadera Cuervolandia moriría de éxito, como una supernova, cuando podría vivir por siempre de hastío, como una enana marrón. Ahí lo dejo, hasta ahí puedo leer.

Maldita fantasma, al final me vas a hacer reflexionar. Con lo poco que se estila ahora eso, con lo incómodo que es revisitar alegorías, descubrir metáforas, conectar símiles y dobles sentidos… Sopesar conceptos abstractos y abstrusos. No obstante, tengo que darte las gracias por tu visita. Cuando vuelva a sentarme en el trono de loza, lo haré con otra perspectiva. ¿Puedo quedarme la cinta y enseñársela a los demás gerentes?

Claro que sí, guapi.

El fantasma comenzó a soplarle un beso cuando empezaba a desvanecerse, y al agarrarlo, ya no estaba... O quizás sí, pero era totalmente invisible.

Permaneció de pie cerca de un minuto, apagó la tele y la luz, cerró el despacho y se fue rumbo a su casa. Decidió no decirles nada de esto a los demás gerentes. Ya habría tiempo para intercambiar impresiones. Estaba decidido a convocar un cuervoaquelarre de la gerencia.


1 comentario:

  1. Tremebunda visión distopica navideña de uno de los posibles y aun diría más probables finales de Cuervolandia magnífico primer lienzo de esye maravilloso triptico navideño!!!
    Loor a los gerentes!!maravilla de los pueblos!!!

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