'Caught in a landslide,
no escape from reality...'
Llega
la epopeya de todos los años. Le voy a tener que decir a usté,
señorito, cua-tro-pa-la-bras… Cada gerente elige para otro 4
vocablos que han de aparecer, resaltados en negrita, en el texto que
escriba. En esta ocasión, nos visitarán 3 espectros para hacernos
la puñeta.
Los
gerentes también hacen de vientre. En eso estaba nuestro
protagonista, aposentado cual monarca merovingio en el trono
de loza del baño anexo a su despacho, en el corazón de
Cuervolandia, en el corazón de los Monegros. Era su válvula de
escape ante tantas horas extras, y para más inri, nocturnas.
Apareció
sin solución de continuidad, como si siempre hubiese estado allí.
Por eso, no se asustó cuando lo detectó por el rabillo del ojo, y
se limitó a mirarlo con disgusto mientras le hacía una leve seña
con la cabeza, de significado universal: “ya podías salirte un
ratito fuera y esperar a que termine, ¿no? Enga, que no tardo”.
Así fue. El espectro atravesó la puerta como la mantequilla es
absorbida por el tejido adiposo. Todo muy limpio y silencioso, como
la ocasión lo requería.
El
ínterin le sirvió al gerente para rehacerse psicológicamente y,
después de dar unas pasadas de ambientador, abrió la puerta
mientras se secaba las manos con una toalla. Pensaba: “¿Vendrá
este ser extraterrenal a aprehender la supuesta alma inmortal que los
predicadores nos acusan de tener? ¿Querrá amedrentarme para obtener
cuervofichas de gorra? Porque eso sí que no”.
―¡Ejem!
Entonces… No eres un delirio, ¿verdad? ―le
preguntó, al tiempo que volvía a sentarse en su puesto y le lanzaba
una fugaz mirada a la botella de whisky del mueble-bar―.
―No.
Soy el fantasma de las Navidades futuras de Cuervolandia ―informó
mientras se recogía un poco la amplia falda roja
con enaguas
y se ponía cómoda sobre la mesa―.
El primer espectro de
tres.
―Ya
veo… Vas a someterme a unas duras pruebas emocionales para
desvelarme con cuentagotas algunas imágenes simbólicas del incierto
futuro… Tendré que realizar un acto de contrición y ello cambiará
radicalmente mi filosofía de vida ―recitaba
él como alucinado―.
―Ya
me habían advertido de que eras algo marisabidillo. Enciende el
Betamax,
anda.
Sacó
de su escote una cinta de vídeo y se la pasó. Al activarse
el aparato, un piloto verde dio
señales de vida y las letras H·E·L·L parpadearon pesadamente. “Es
que el espacio de la O
está fundido”.
El gerente extrajo un
documental subtitulado en polaco sobre acordeones rusos y la
nueva cinta
fue ingerida con un maravilloso canturreo mecánico. En la
pequeña y antigua televisión comenzaron a aparecer unas imágenes
gastadas, desenfocadas, en blanco y negro.
―¿Realmente
es necesario que sea testigo de este futuro horrible?
―No,
pero a los espectros de Cuervolandia nos apetecía. Verás,
básicamente, en el futuro va todo bien. Donald Trump desaparece,
Putin desaparece, Bolsonaro también. Vuestro parque pervive: observa
qué apatía, silencio y soledad se respira en la Cuervolandia del
futuro. Es perfecto… No tenéis que hacer nada para llegar hasta
ahí. Absolutamente nada diferente. Perseverad en vuestra mediocridad
y desgana, eso es todo.
―Ahora
tú deberías advertirme vehementemente: “¡No mires durante mucho
tiempo! ¡Ningún hombre debería ser testigo del destino que le
acecha!”
―No,
si te lo he traído precisamente para que lo veas… Al final salís
vosotros de viejos y da mucha risa…
―la
señora fantasma se carcajeó
con suavidad,
tapándose traviesamente
la boca con la mano―.
Observó
durante un rato más y todo era una sucesión de barracas borrosas,
con algunas pocas figuras humanoides arrastrándose lenta y
pesadamente de un lado
para otro; una figura acuclillada parecía comer cuervoñigos en un
rincón, clavando sus ojos brillantes
en la cámara como un animal herido. De los altavoces brotaban
sonidos más
distorsionados y
ralentizados de lo
normal. En un momento
dado aparecía el blog de Cuervolandia, palpitando con comentarios de
spammers. Quien manejaba
el ordenador durante la
grabación dijo “Callá,
que me he equivocao. Esta boludez no es la web del equipo de fútbol.
Ya lo quito”.
―Buenobuenobueno,
ya me hago una idea, ¿eh? ―comentó
el gerente, apretando el botón del stop―.
Pero verás, he notado
que pintas demasiado fácil este futuro (que
tan bien se ajusta al espíritu de Cuervolandia y a lo que los fans
de las instalaciones exigen).
Esta inanidad que nos embriaga hay que cultivarla. ¡No
se llega a esta
ataraxia mercantil así
como así, por casualidad! Nosotros nos esforzamos constantemente por
pulir esta línea: desde nuestro vestuario
perdulario
hasta el rechazo
constante de nuevos proyectos. Algunos son tan buenos que es durísimo
tirarlos abajo. Pero hay que tener fuerza de voluntad. Hay que hacer
muchas horas extras, como yo ahora, viendo documentales rusos de
acordeones subtitulados en polaco. ¡Hay que tener unos cojones muy
gordos para, simplemente, dejar pasar el tiempo! Un tiempo que no
volverá, un tiempo que vale su paso, con a, en azafrán y rodio. Tú
no puedes entenderlo. Vienes del futuro pero no comprendes las cargas
del presente.
―Sí,
es posible; para eso está el fantasma de la Cuervolandia actual,
que se le aparecerá a otro de tus socios. Yo ahí no llego ―sonrió
despreocupadamente, paseándose
por la estancia con sus sonoros zapatos azules de medio tacón―.
Pero sí te quiero
advertir de algo: si cedéis a la tentación, si vuestro
emprendimiento y creatividad gana la partida, si ese come-come
productivo que tenéis que reprimir logra asomar demasiado… en
suma, si tiráis la toalla... lo perderéis todo. Tendríais una
Cuervolandia viva, modernizada y
que incluso acepte pagos con alguna criptomoneda.
O podríais llegar a
ofrecer
contenidos regularmente actualizados en
vuestro blog. Mucho ojo
con eso. Le fallaríais a los cuatro incondicionales que la prefieren
así (y fíjate que
vosotros sois ya tres),
como un agua turbia
suministrada con
cuentagotas: como está
ahora, como debe ser.
Podríais convertiros en otro exitoso blog del mainstream,
ahora que han
cerrado casi todos, y más que les seguirán... Eso ya te lo puedo
asegurar yo. La verdadera Cuervolandia moriría de éxito, como una
supernova, cuando podría vivir por siempre de hastío, como una
enana marrón.
Ahí lo dejo, hasta ahí puedo leer.
―Maldita
fantasma, al final me vas a hacer reflexionar. Con lo poco que se
estila ahora eso, con lo
incómodo que es revisitar alegorías, descubrir metáforas, conectar
símiles y dobles sentidos… Sopesar conceptos abstractos y
abstrusos. No obstante, tengo que darte las gracias por tu visita.
Cuando vuelva a sentarme en el trono de loza, lo haré con otra
perspectiva. ¿Puedo quedarme la cinta y enseñársela a los demás
gerentes?
―Claro
que sí, guapi.
El fantasma comenzó a soplarle
un beso cuando empezaba a desvanecerse, y al agarrarlo, ya no
estaba... O quizás sí, pero era totalmente invisible.
Permaneció
de pie cerca de un minuto, apagó la tele y la luz, cerró el
despacho y se fue rumbo a su casa. Decidió no decirles nada de esto
a los demás gerentes. Ya habría tiempo para intercambiar
impresiones. Estaba decidido a convocar un cuervoaquelarre
de la gerencia.